17/4/08

Sopor

El dulce y tibio atardecer primaveral acaricia las fachadas ¿señoriales? de la ciudad y templa ánimos y cuerpos de los vecinos.

Huesca se adormece, si es que alguna vez despierta, y repite el eterno girar en torno a su ombligo o a nimiedades elevadas a categoría de debate social.

Reiteramos la pasividad individualista y circunspecta que desde décadas o siglos, nos convirtió en lo que -creo recordar- Luis Lles llamó "la ciudad varada".

Será por efecto de este tiempo cambiante o de cierta astenia, pero así veo estos días, que me afectan.

Llegarán San Jorge, la fase de ascenso del fútbol o el baloncesto, la feria del libro, el festival del cine o... y habrá algo de agitación que, a su término, probablemente nos devuelva al mismo punto.

Y sí, claro, nos gusta esta ciudad a la que nos aferramos o regresamos siempre.

Quizá nada pudo definirla mejor que el comentario dejado a vuela pluma (se puede intuir su autor) en un blog foráneo hace unos meses, ya recogido por Karlos y quizá otros, pero que no quiero evitar su cita:

Puñetera ciudad que enamora silenciosamente hasta hacerte estremecer, llorar se dice sin disimulos, cuando en la lejanía te llega su aroma. Dura de cojones, ingrata tantas veces, tierna en su meollo, hermosa a segunda vista más que ninguna otra. "Dos veces invicta". Universitaria antes de las universidades, irreal como un cuento de Javier Tomeo, hortelana, capaz de esconder noches extrañas, blanca, rezadora, verde. Y cualquier año en segunda A. El día que Huesca te apriete, te vas a enterar de qué color es la nostalgia.
Pues eso.

2 comentarios:

karlos dijo...

me encanta volver a leer la definicion de Huesca

Guillermo dijo...

Sí porque sintetiza pasión y precisión...
Ya me dirás cómo encuentras estas cosas en el blog de un tipo de Avila.