26/9/08

El final de una época

Quienes por edad, por extracción social o por otras circunstancias, no hemos mamado la Huesca de los apellidos, familias y círculos restringidos del poder socioeconómico-institucional, padecemos dificultades para comprender algunos hechos y decisiones del pasado y del presente que han configurado a esta ciudad como es.

Más aún: no llegamos a entender o asumimos casi como inexorable y arcano que determinados asuntos de interés general se ventilen todavía sobre o bajo la mesa camilla de algún salón-comedor, en el porche de una finca o torre con piscina o en el reservado de un restaurante.

Me dirás que esto es así en muchos sitios o en casi todos, pero no podrás negarme que en Huesca, propicia para ello por tamaño, situación y relativo aislamiento, ha estado y en cierto modo sigue consolidada esa manera de hacer, hasta entreverarse con nuestra cultura de sociedad pasiva, conservadora y huesqueta.

Seguramente de manera involuntaria, es posible que injustamente y quizá sin saberlo, don José Porta Callén, que acaba de fallecer, fue visto por muchos como un símbolo de ese poder y dicen que estuvo en su mismo centro durante décadas.

Repito que nunca he accedido a esos niveles del núcleo duro de nuestra ciudad y, por tanto, no le traté personalmente. Me limito a reflejar un parecer generalizado que, como muchos otros climas de opinión, puede tener falsos fundamentos, basados en rumores y maledicencias que conducen una imagen pública incoherente con la realidad.

Cualquiera repasa su biografía y observa que, al contrario, podría ser valorado como figura empresarial relevante (es indudable) y un benefactor, según dice Radio Huesca (ahí está su participación en varias entidades).

En cualquier caso, no puedo evitar la sensación de que el fallecimiento de don José Porta señala un poco el final de una época que he descrito al principio de este texto, que decae como se avecina la segura demolición de la harinera de Martínez de Velasco.

Huesca ya no es tan así como fue y cada vez lo es menos. La ciudad es y será día a día más abierta, más moderna.

Tal vez sólo es un deseo. Tal vez continúe por mucho tiempo todo como está, o cambie para seguir igual. Tal vez el señor Porta no haya tenido jamás que ver en esto que te cuento, sino que los protagonistas son otros, más cercanos, que aparentan una progresía en realidad inexistente, que cultivan esa debilidad social hacia lo colectivo que mantiene estables, siempre estables, las constantes vitales de la ciudad. La culpa también es nuestra, porque ya no tenemos los motivos de aquellos oscenses que sufrieron la presión de los cuarenta años.

Releo cuanto acabo de escribir y creo que probablemente estoy equivocado o lo están quienes han creado un personaje que no se corresponde con una persona que ha muerto y por lo que deberíamos limitarnos a la condolencia con su familia que, en mi caso, por mi natural empático, es sincera.

No sé que piensas tú.

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