Pues no. Por ella.

Hoy otra vez me salgo de madre y de Huesca. Pero es que estoy harto.

Salvo algunos frikis que se han repasado hasta los últimos detalles, llegó un momento en que la mayoría nos perdimos en la cadena de custodia de la mochila sin estallar, la traducción de las conversaciones grabadas a un egipcio, las autopsias a los suicidas de Leganés, la diferencia entre las distintas marcas y tipos de dinamita, la coincidencia de etarras e islamistas radicales en alguna prisión, el contenido de la guantera de una Kangoo… Todo ello un lío monumental con la sospecha de que, tras el atentado del 11-M, había aspectos ocultos o quizá ocultados.

Mi somera educación democrática me llevó a decidir que serían los tribunales de Justicia quienes dieran o quitaran razones y que a partir de sus sentencias, a expensas del Supremo, no debería haber más ruido sino de una puñetera vez centrarnos en lo imprescindible: acompañar a las victimas y a sus próximos, y exigir todas las medidas necesarias para evitar que vuelva a suceder, aún sabiendo que es muy fácil organizar un atentado y mucho más complicado desactivarlo.

Hoy me mantengo en esa misma posición, a pesar de quienes siguen emperrados en tragarse y obedecer la triste y renovada actitud de los representantes de los partidos (y medios de comunicación) que se enzarzan en un penoso espectáculo de acusaciones mutuas sobre nuevos flecos que dejarían al aire intenciones maliciosas de engaño por una u otra parte, centrados aparentemente en la vinculación de ETA con esos terribles atentados que justificaría diversos dislates, la legitimidad y no sólo legalidad de la victoria electoral de Zapatero el 14-M y de su Gobierno, la falta de respeto a las reglas e incluso normas del juego democrático de éstos o aquellos…

Escribo “aparentemente” porque resulta más preocupante la sustancia de toda la movida: todo responde al presunto rédito electoral que los dos mayores partidos piensan que pueden lograr persistiendo en el comportamiento y show deplorable que nos destinan. Porque dudan de nuestra capacidad de raciocinio, porque creen que somos manipulables, porque votamos y votaremos con las tripas, porque todo vale a pesar del daño que se causa a las instituciones, porque España es así, los españoles somos así.

Pues no.

Aunque sólo sea por ella.