Hay motivos para quejarse contra quienes -en Nueva York, Bruselas o Madrid; en Zaragoza menos porque estaban con la Expo- no han querido prever y prevenir la histórica debacle económica y social que se avecinaba, sino que animaban en las acciones y decisiones de ciudadanos, familias y empresas que profundizaban las causas de cuanto había de llegar. También es verdad que nadie obligó a ciudadanos, familias y empresas a endeudarse alegremente como si el mundo se fuera a acabar ya o nunca.
Las administraciones públicas no han sido excepción, para nada de lo escrito en esas primeras líneas. Miremos más cerca. En Huesca, nos sobran ejemplos de oportunidades perdidas durante los tiempos de bonanza, cuando en lugar de impulsar iniciativas realmente transformadoras (quizá la peatonalización del centro o la creación de nuevos polígonos industriales), se enterraba más dinero del necesario por instinto faraónico (no dudo de que el palacio cuesta lo que aseguran y que hacía falta un palacio, pero había soluciones más baratas). Ahora, llegamos tarde (PLHUS es la muestra) y la recesión deja casi todo en suspenso, excepto el fútbol y las obras que pagará el Fondo Local.
Como sociedad, tenemos razones para el pesimismo ante los próximos meses del año más difícil de nuestras vidas desde un punto de vista colectivo. El más difícil o no, porque todos los augurios han fallado hasta ahora. Quizá sea peor después, cuando vuelva a crearse empleo lentamente y haya quien diga que la crisis ha terminado, mientras tantas personas siguen en el paro ¿ya sin subsidio? o han cruzado el umbral de la pobreza.
Por ello, el pensamiento negativo se impone y los ristomejides de la tertulia y del blog encuentran el tempero donde enraizan y crecen las zarzas de una crítica apocalíptica. Frente a ellos, en cualquier momento, saldrá cualquiera gritando (como Laporta, otra vez el fútbol): "¡Al loro! ¡Que no estamos tan mal, hombre!". Ni aquellos, ni esto.
En la ciudad y su alrededor, sobre una base de empleados públicos o paraoficiales de los servicios, una agricultura del entorno sobre la que llueve subvenciones o, este invierno, agua y unas montañas que han encontrado la temporada perfecta, miramos la vida pasar y los oscenses gastamos menos, en un "por si acaso" de endeble fundamento salvo la desconfianza consolidada como factor determinante.
Son ciertas las perspectivas que aportan esperanza: aguardamos cualquier día a Vivartia que tomará posiciones aprovechando las oportunidades de rebajas que siempre surgen en una recesión. O nos sorprende observar que Gran Scala parece de verdad y sus promotores han soltado los primeros euros.
Por lo tanto ¿es la catástrofe? ¿la aparición de un nuevo orden mundial? ¿la sentencia definitiva para que Huesca no supere nunca sus similitudes con Vetusta? ¿el advenimiento del miedo y la incertidumbre para quedarse durante décadas? ¿O se trata de un ajuste, un crack pasajero del que costará recuperarse pero se saldrá, un purgatorio global, un alto en el camino de una ciudad que afrontará en breve su modernización, una advertencia para que pronto tengamos risas en el aire pero no nos excedamos en la carcajada?
Pues, no lo sé.
De momento y ya es algo, aquí estoy. Aquí estás.
Gracias
Hace 3 años
3 comentarios:
Me ha encantado esta entrada.
Es una muy buena noticia que vuelvas a escribir. Enhorabuena.
"El miedo, mantendrá unida la galaxia".
Gracias Nacho. Y para ti, lo siento, un tópico de la blogosfera: "a ver si actualizas el blog más a menudo". Siempre es un gusto leerte
¡Alan Cambridge! Te había perdido la pista pero si te parece incorporo tu blog a la lista de enlazados. Me he dado una vuelta y me has hecho ganar buenos ratos con tus creaciones fotográfico-musicales que recomendaré. Contra la crisis ética y económica, estética. Contra el miedo, arte. Es una buena solución de momento.
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