24/3/09

Nos vamos superando

Esta nueva etapa del blog quería ser menos anecdótica y más categórica.

Sin embargo...



Ya sé que no es la mejor, pero se trata de una de sus últimas obras que, sin duda, no alcanza cotas logradas otrora con "cachete, pechito, ombligo", por citar un ejemplo de tantos que cabrían en una carrera profesional de décadas.

Georgie Dann tiene su mérito incuestionable. Y su público amplio. Incluso me atrevo a decir que mi curiosidad morbosa y mi natural juerguista pudieran llevarme a acudir a su actuación.

Es una elección correcta para un programa gratuito de fiestas... siempre y cuando ese mismo programa ofreciera algunos otros espectáculos de primera fila. Ahí está el problema: no puede ser que el "concierto estrella" municipal sea ése. Un respeto a la condición de "fiesta de interés turístico", por favor.

El Ayuntamiento tiene que hacérselo mirar porque no es comprensible que año tras año, otras localidades del Alto Aragón programen grupos y solistas mucho más llamativos y actuales que la capital (con perdón).

Está bien que se dedique un espacio y tiempo a los artistas locales. Es un recurso socorrido y casi de moda tirar de "versión". Tiene su aquel abrir hueco a lo innovador y menos mayoritario. Es acertado (repito) contratar a un artista distinto a todos, que asegura jolgorio a abuelos-padres-hijos... Pero con todo eso, el global queda cojo ya que resulta imprescindible algo más en un escaparate de la ciudad como San Lorenzo, tan notorio hacia fuera e identitario hacia dentro.

Para acabar de malmeter este tema, se aplica un vergonzante disimulo, como profilaxis ante las críticas y la rechifla: cambiamos -en julio- El Canto del Loco por Rosario porque no ha habido más remedio (vale)... y ah, por cierto, traemos a Georgie Dann como lo más en San Lorenzo pero lo hacemos porque lo han pedido las peñas.

Las culpa es de otro. Como de costumbre aunque en esta ocasión, la anécdota casi es categórica y dará mucho que hablar en Huesca y que reír en otros sitios, seguramente. Mecagüentó.

21/3/09

No lo sé

Hay motivos para quejarse contra quienes -en Nueva York, Bruselas o Madrid; en Zaragoza menos porque estaban con la Expo- no han querido prever y prevenir la histórica debacle económica y social que se avecinaba, sino que animaban en las acciones y decisiones de ciudadanos, familias y empresas que profundizaban las causas de cuanto había de llegar. También es verdad que nadie obligó a ciudadanos, familias y empresas a endeudarse alegremente como si el mundo se fuera a acabar ya o nunca.

Las administraciones públicas no han sido excepción, para nada de lo escrito en esas primeras líneas. Miremos más cerca. En Huesca, nos sobran ejemplos de oportunidades perdidas durante los tiempos de bonanza, cuando en lugar de impulsar iniciativas realmente transformadoras (quizá la peatonalización del centro o la creación de nuevos polígonos industriales), se enterraba más dinero del necesario por instinto faraónico (no dudo de que el palacio cuesta lo que aseguran y que hacía falta un palacio, pero había soluciones más baratas). Ahora, llegamos tarde (PLHUS es la muestra) y la recesión deja casi todo en suspenso, excepto el fútbol y las obras que pagará el Fondo Local.

Como sociedad, tenemos razones para el pesimismo ante los próximos meses del año más difícil de nuestras vidas desde un punto de vista colectivo. El más difícil o no, porque todos los augurios han fallado hasta ahora. Quizá sea peor después, cuando vuelva a crearse empleo lentamente y haya quien diga que la crisis ha terminado, mientras tantas personas siguen en el paro ¿ya sin subsidio? o han cruzado el umbral de la pobreza.

Por ello, el pensamiento negativo se impone y los ristomejides de la tertulia y del blog encuentran el tempero donde enraizan y crecen las zarzas de una crítica apocalíptica. Frente a ellos, en cualquier momento, saldrá cualquiera gritando (como Laporta, otra vez el fútbol): "¡Al loro! ¡Que no estamos tan mal, hombre!". Ni aquellos, ni esto.

En la ciudad y su alrededor, sobre una base de empleados públicos o paraoficiales de los servicios, una agricultura del entorno sobre la que llueve subvenciones o, este invierno, agua y unas montañas que han encontrado la temporada perfecta, miramos la vida pasar y los oscenses gastamos menos, en un "por si acaso" de endeble fundamento salvo la desconfianza consolidada como factor determinante.

Son ciertas las perspectivas que aportan esperanza: aguardamos cualquier día a Vivartia que tomará posiciones aprovechando las oportunidades de rebajas que siempre surgen en una recesión. O nos sorprende observar que Gran Scala parece de verdad y sus promotores han soltado los primeros euros.

Por lo tanto ¿es la catástrofe? ¿la aparición de un nuevo orden mundial? ¿la sentencia definitiva para que Huesca no supere nunca sus similitudes con Vetusta? ¿el advenimiento del miedo y la incertidumbre para quedarse durante décadas? ¿O se trata de un ajuste, un crack pasajero del que costará recuperarse pero se saldrá, un purgatorio global, un alto en el camino de una ciudad que afrontará en breve su modernización, una advertencia para que pronto tengamos risas en el aire pero no nos excedamos en la carcajada?

Pues, no lo sé.

De momento y ya es algo, aquí estoy. Aquí estás.

Gracias

6/3/09

Esta primavera...


...puede ser un buen momento para reavivar el blog.

Ahora que aún hace frío pero sabemos que llegará.

Ahora que dicen que los blogs están totalmente pasados de moda.

Por llevar la contraria, ya sabes.